domingo, 17 de septiembre de 2023

La falacia del coste irrecuperable


Ya lo decían los antiguos sabios, Epicuro entre ellos, no hay que tener miedo al fracaso. Ante situaciones que se nos presentan como callejones sin salida, nos aterra el saldo de nuestras pérdidas, la inversión que hemos gastado en tiempo, ilusión, energía... Y, bajo la tiranía de la más poderosa de las emociones, seguimos aferrados a una esperanza inútil que no hace sino agravar la situación, en lugar de cambiar de trayectoria hacia una meta más placentera y feliz.
La psicología actual ha puesto nombre a esta costumbre en la numerosa lista de sesgos cognitivos que pueblan nuestra mente: la falacia del coste irrecuperable (sunk cost fallacy). Se trata, en suma, de la tendencia a obstinarse irracionalmente en un proyecto, coyuntura... en el que se ha invertido tiempo, trabajo, dinero, simplemente porque no se quiere perder lo ya hecho, a pesar de que no tiene ningún sentido seguir, pues tal decisión es completamente absurda, inútil. El protagonista se encuentra atascado y sometido a una enorme presión interior que le lleva a perder más, por no perder lo ya perdido. Una absoluta paradoja, pues las acciones que se llevan a cabo no se fundamentan en un planteamiento crítico, racional, sano, objetivo, sino que están absolutamente condicionadas por no dar por perdido lo que ya no se puede recuperar.
Los ejemplos son innumerables (el famoso y fracasado proyecto aeronáutico del Concorde es uno de los más emblemáticos): esos estudios equivocados en los que ya se ha empleado tiempo y esfuerzo, pero que el sujeto siente en su interior que no le conducirán a la vida satisfactoria que anhela; esa relación de pareja que no conduce a ninguna parte, que provoca clara infelicidad, pero se mantiene porque se le ha dedicado "los mejores años de mi vida"; incluso esas típicas y cotidianas situaciones, como ese libro del que se llevan leídas 100 páginas, es un tostón, contrario a los propios gustos, pero hay que terminar para justificar el tiempo ya dedicado y, por ello, el lector sigue leyendo otras tantas páginas.
Sin embargo, Florian Aigner, en este breve video, apunta a otra versión de la falacia realmente inquietante y esclarecedora: esas creencias, esas ideas, que se observan ya como claramente equivocadas, no veraces, pero en las que el sujeto se obstina, porque han formado parte importante de su pasado, de su identidad, de sus lecturas, de sus afanes. ¿Será una de las razones por las que resulta tan difícil modificar nuestra visión de las cosas...?

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